Love Parade, celebrar la paz y amor y fue lo último que hubo

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Love Parade, fue uno de los mejores festivales de música electrónica, su encantó era que los escenarios eran carros alegóricos y la gente bailaba alrededor de ellos, se fundó en 1989 en Berlín y su trama era celebrar la paz y el amor por medio de la música. Ha de recordarse que estamos en Alemania y en plena revolución de la música electrónica. Esto, que en ciudades como Detroit, Chicago o incluso Manchester o Ámsterdam tenía un carácter puramente lúdico, encontraría en Berlín, Frankfurt o Colonia una argumentación teórica más profunda. No se trataba solo de manifestarse por la Kurfürstendamm a las 3 de la tarde un fin de semana de julio para luego seguir bailando durante toda la noche. Se buscaba la hermandad universal bajo lemas sucesivos como My House Is Your House And Your House Is Mine o expresiones como Technosociety, se podía refutar la estética de Kant partiendo de un análisis filosófico del loopy, se apostaba por prácticas artísticas multimediales que convertían lo que en otros lugares podía ser una simple fiesta en manifestaciones artísticas de nuevo cuño.

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La Love Parade representaba el Big-Bang de lo que ya se venía cociendo desde hacía unos años y se diferenciaría con rapidez en manifestaciones extremadamente duras y políticas, como el digital hardcore de Atari Teenage Riot o EC8OR, el minimalismo de Raster Noton, la inmersión en un dub ultra-electrónico de Chain Reaction, la transformación del club-bar en instalaciones arquitectónicas multimediales como la Praxis del Dr. McCoy o la acumulación conceptual de objetos electrónicos de la RDA en el Glowing Pickle. Sin embargo, y aunque el movimiento centrípeto era el realmente interesante y el que mayor influencia artística e intelectual ha tenido, el común denominador de la juerga iba atrayendo cada vez más gente. Mediáticamente, el evento era todo colorido, ruido en la recuperada capital alemana, y el proceso de espectacularización era tan irrefrenable como que ya en 1995 se juntaron 500.000 personas.  Por el simple número de la muchedumbre y su reflejo, lo que había comenzado como una utopía provisional iba a acabar en una distopia persistente. Los organizadores originales, ya no tan amigos, no podían lidiar con un evento elefantiásico que en 1999 contó con más de 1,5 millones de personas -todas estas cifras, aunque de fuente policial, es conveniente rebajarlas un poco-. La Love Parade fue hacia abajo, se suspendió un par de años y finalmente se vendió la marca a una cadena de gimnasios, cuyo interés era pasear el evento por todas partes como una pura actividad promocional. Aquí como toda marca que pierde su esencia como Coachella, el único objetivo del evento era tener una gran mercadotecnia, con los mejores artistas del momento, los más grandes e impagables por otros promotores. El desastre de Duisburgo iba a suceder tarde o temprano. Más que nada porque la Love Parade se había convertido en un evento desalmado. El 24 de julio de 2010, el Love Parade fue cancelado y su fundador anunció que no volvería a celebrarse debido una avalancha humana que se cobró la vida de 21 personas y dejó 511 heridos. «El Love Parade ha terminado», sentenció el fundador del ya extinto festival. La música continuó en el recinto a pesar de la tragedia, cesando a las 23 horas.

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